“En esto podéis discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano, es de Dios; todo profeta que no reconoce a Jesús, no es de Dios sino del anticristo. Vosotros habéis oído que éste viene; en efecto, ya está en el mundo”
1 Jn 4.2-3
El apóstol concluye el verso 1 diciendo que “han salido por el mundo muchos falsos profetas”. Ahora, en continuación, nos indica la forma como podemos reconocer a un verdadero y a un falso profeta. La diferencia entre los dos es muy grande, como lo podemos constatar por las palabras de Juan: el verdadero profeta tiene el Espíritu Santo de Dios, mientras que el falso tiene el espíritu del anticristo. Pertenecer o no a Dios y tener o no el Espíritu Santo son las diferencias fundamentales entre ellos, aun que a muchos les pueda parecer iguales, puesto que los dos hablan de Jesucristo. Y ahí está el problema…
El problema consiste justamente en lo que afirman acerca de Jesucristo. Las diferencias se hacen visibles a nosotros por lo que cada uno enseña y vive acerca de Jesús. Esto está muy claro para el apóstol y lo debe estar para nosotros también: los profetas de Dios reconocen que Jesús ha venido en cuerpo humano, mientras que los demás no lo reconocen. Sabemos que Juan ha escrito esta carta a iglesias que estaban bajo las influenciadas del gnosticismo de entonces que enseñaba que Jesús era un semidiós, una especie de luminosidad consciente en forma humana pero que no tenía cuerpo humano. O sea, no era humano ni totalmente divino…
Lo que uno cree y enseña acerca de Jesús, su persona y su obra, es fundamental puesto que refleja la presencia o no del Espíritu Santo en nuestra vida. Por eso es muy importante mantener una fe saludable y basada en las Escrituras Sagradas. En lo que creemos acerca de Jesucristo se fundamenta nuestra vida y espiritualidad. Y, por cierto, el ejercicio de la misión también se ve profundamente afectado por nuestra creencia y fe. Por tanto, busquemos conocer y relacionarnos con Jesús según lo que nos ha sido revelado por Dios en su palabra. Leer y estudiar constantemente la Biblia se torna uno de los principales ejes de nuestra vida. ¡Sigamos firmes en el Cristo de la palabra!
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