“Nadie ha visto jamás a Dios, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente”
1 Jn 4.12
El apóstol insiste en la mutualidad del amor entre los que creemos en Cristo. Eso indica la importancia que tiene para la espiritualidad cristiana que el amor sea vivido y demostrado de forma mutua por los cristianos. Como nos dijo Juan podemos amarnos mutuamente porque el verdadero amor se basa en el hecho concreto del amor de Dios hacia nosotros (4.11) al enviar y entregar a su Hijo como sacrificio por nuestro pecados (4.10).
¿Cómo podemos amarnos si no vemos a Dios con nuestros ojos físicos? Lo que nos plantea el apóstol es que el amor cristiano es más fuerte y concreto que una supuesta visión física que tengamos de Dios. El permanente, creciente y transformador amor entre nosotros es una de las formas más eficaces de hacer a Dios “visible” para las demás personas y para toda la sociedad. ¡Es un amor evangelizador!
Nunca jamás alguien pudo ver a Dios con sus ojos físico, pero lo podemos ver a cada día por medio del compromiso y responsabilidad mutuos que mantenemos vivos entre nosotros. Es así como Dios permanece entre nosotros y disfrutamos a diario de la plenitud de su propio amor.
El “entre nosotros” que aparece dos veces en este verso apunta para la intensidad de nuestra vida como comunidad de fe y para la comunión cristiana. El amor se traduce, entonces, en pequeños gestos, palabras y decisiones. Se manifiesta a través del compromiso de hermandad que asumimos los unos con los otros. Crece y se fortalece cuando cada uno va hacia los demás en aceptación y soporte, rompiendo con las barreras que hayan. ¡Amémonos y demostrémoslo cada día!
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