"Escuchad, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes le aman? ¡Pero vosotros habéis menospreciado al pobre! ¿No son los ricos quienes os explotan y os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien pertenecéis?
St 2.5-7
Santiago ha empezado a tratar del tema de favoritismo y la discriminación como manifestación del pecado humano en el texto anterior y, ahora, sigue un poco más añadiéndole al tema el concepto del "menosprecio". Según él, cuando menospreciamos a uno es porque le damos a otro unos privilegios que van más allá de la misericordia y compasión, frutos del evangelio de Cristo en nuestras vidas, con las que debemos tratar a todas las personas sin acepción ni prejuicios.
El mismo ejemplo usado en el texto anterior vuelve a ser mencionado aquí: los pobres y los ricos. Los pobres según el mundo (los que sufren toda clase de discriminación, explotación y opresión) son también alvos del amor y de la misericordia de Dios. El hecho de que su valor social como seres humanos les es negado en muchos sentidos no significa que han sido renegados por Dios y que estén alejados de su gracia. Lo mismo pasa con los que detienen el poder y las riquezas: eso por si solo no les garante ni la gracia de Dios ni la perdición irremediable.
Las preguntas hechas por Santiago en el texto, para las cuales encontraremos respuestas en los versos siguientes, tienen como objetivo llevarnos a pensar en nuestras dinámicas de relaciones como cristianos y proclamadores del evangelio de Cristo que perdona y restaura. En ese sentido, el autor intenta conducirnos a un auto reflexión acerca de que si vivimos el evangelio en búsqueda constante de la restauración en las relaciones personales, humanas y sociales o si seguimos con la vieja pauta del pecado: los favoritismos, la discriminación y el menosprecio.
Por ahora, es importante reflexionar sobre las palabras de Santiago cuando nos pregunta si nuestro favoritismo cuanto a los que poseen bienes y el menosprecio a los que aparentemente nada tienen que ofrecernos, no sería una forma de facilitar a que "blasfemen el buen nombre de aquel a quien pertenecemos", o sea de blasfemar a Dios (2.7). ¡Pensemos, oremos y confesemos!...
Nenhum comentário:
Postar um comentário