“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad como espera el agricultor a que su tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda la temporada de lluvia. Así también vosotros, manteneos firmes y aguardad con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca.” - St 5.7-8
En los versos 7-12 Santiago trata de distintas dimensiones del tema de la paciencia en la vida cristiana. Con total certeza es un tema de mucha pertinencia para nosotros hoy día, simplemente por vivir en una época en que la paciencia no está vista como una virtud que hay que cultivar; antes, vivimos en un momento en que las personas quieren satisfacer a sus egos de inmediato y a toda costa. Así, nos proponemos a ver, paso a paso, las dimensiones de la paciencia para la vida cristiana según las palabras de Santiago.
En el texto de hoy (5.7-8) el autor trata de presentarnos el fundamento más esencial para la paciencia: la venida de Cristo. Como cristianos sabemos que Cristo volverá, conforme su propia promesa – Mt 24.29-31, para el encuentro definitivo con su iglesia, para el juicio final y para establecer el destino eterno de todos los seres humanos. Pero como no sabemos cuándo se dará su venida, no hay otra alternativa que desarrollar la práctica de la paciencia y de la espera. Esperar pacientemente, por tanto, es parte fundamental de la vida cristiana cotidiana y de su espiritualidad.
El ejemplo del agricultor que, en aquel entonces en una región de mucha sequía, no tenía otro remedio que aguardar con paciencia por las lluvias para que así pudiera dar de comer a su familia, demuestra claramente la importancia de que la paciencia cristiana está muy bien fundamentada en la esperanza de la venida de Cristo. Si no nutrimos con paciencia nuestra espera por la vuelta de Cristo, ¿cómo sabremos esperar por las cosas que nos están más cercas?
Al no aprender a esperar pacientemente por la acción de Dios, la espera ansiosa y corrosiva que muchas veces nutrimos en relación a todas las cosas que nos rodean y nos son de importancia se transforma en un gran peligro para la paciencia sana que deposita sus expectativas en las seguras manos de Cristo. La medida, por tanto, para todas nuestras esperas personales cuanto a cuestiones de familia, trabajo, salud y otras es la paciencia con que aguardamos el retorno de Jesucristo que se acerca cada día más. ¡Que Dios nos guie cada día y nos ayude a esperar con paciencia por su obra!
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