“Ahora escuchad esto, vosotros que decís: ‘Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero’. ¡Y eso que ni siquiera sabéis qué sucederá mañana! ¿Qué es vuestra vida? Sois como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece. Más bien, deberíais decir: ‘Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello’. Pero ahora os jactáis en vuestras fanfarronerías. Toda esta jactancia es mala. Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace”
St 4.13-17
Estamos ante un texto muy interesante que nos plantea preguntas importantes cuando a nuestra vida y relación con Dios. Según Santiago, muchos de nosotros cristianos hacemos planes cuanto al futuro sin reconocer que tanto el futuro cuanto nuestras propias vidas están en manos de Dios. Hay que observar, sin embargo, que el autor del texto no se refiere a los planes normales que uno pueda hacer, sino que relaciona estrictamente el planear el día de mañana con jactarnos en nuestras fanfarronerías. Lo malo (pecaminoso) son los planes jactanciosos y fanfarrones.
Esta clase de pecado se fundamenta en que uno planea el futuro presumiéndose de ser el dueño de su propia vida, como si todo estuviera bajo nuestro control, sin reconocer humildemente que cada día está determinado y en manos de Dios, como lo leemos en el Sl 139.1-3: “Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun en la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares”.
¿Qué es vuestra vida? Esta es la pregunta clave que nos hace Santiago aquí. Y su respuesta no debería sorprendernos: somos como la niebla que aparece y luego se desvanece. Al reconocer nuestra finitud, temporalidad y limitaciones humanas deberíamos reconocer que todos nuestros planes y nuestra vida están bajo la voluntad y el cuidado de Dios. “El hombre propone y Dios dispone. A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los motivos” (Pv 16.1-2).
Conocemos el bien y sabemos que Dios es el supremo bien. Por eso, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de vivir bajo la voluntad de Dios cada día de nuestras vidas. Planear nuestra vida es algo normal, pero lo debemos hacer no con la pretensión y el orgullo de que dependemos de nosotros mismos, sino que reconociendo que somos pequeños y que en todo dependemos de Dios, de sus principios y de su voluntad. Sometamos nuestros planes y ensueños a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
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