“En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos”
1 Jn 3.16
¿Qué es el amor? Cada uno, seguramente, tiene su propia respuesta a esta pregunta, puesto que el amor es algo que ocupa una importante parte de la vida humana. Pero si miramos al texto encontramos una dimensión del amor que, en gran parte, ha sido olvidada por muchos: el amor, en su plenitud, se define por la obra de Jesucristo en nuestro favor. Al entregar voluntariamente su vida a la muerte para rescatarnos de la condenación del pecado, Jesús ha puesto a descubierto la esencia misma de lo que es el amor.
Nos puede parecer un poco raro comparar la esencia del amor a la muerte, aun que sea a la muerte de Cristo. Pero al entregar su vida, Cristo ha manifestado hasta donde llega el amor de Dios, su Padre, hacia los seres humanos. De esa forma, entendemos el amor de Dios como un amor infinito que busca y que se sacrifica por las personas sin esperar que éstas le retribuyan de alguna forma. Se trata de expresar su amor de la manera más profunda y completa que pueda haber.
Así siendo, el apóstol se basa en la realidad del amor de Cristo por nosotros para establecer un modelo del vínculo que debe haber entre todos nosotros. Él mismo se presenta como ese modelo y al mirar su obra encontramos la fuente para comprender las relaciones humanas, principalmente entre los que compartimos la misma fe (Gl 6.10).
“Entregar la vida por nuestros hermanos” puede que no sea lo que más le apetezca a uno, pero al buscar este nivel de relación crecemos, paso a paso, en la espiritualidad del amor cristiano y reflejamos así el amor de Cristo por todos. No hace falta que esta entrega se haga por medio de la muerte física de uno, una vez que la muerte de Cristo ha sido suficiente y definitiva (Rm 6.10), pero hace falta que este mismo principio de la entrega a los demás, de todo lo que somos y tenemos, como lo vemos en Cristo, sea el principio que guíe nuestra relación con los hermanos y todas las demás personas. En ese sentido, la verdadera misión que tenemos es servir a Dios sirviendo a las personas, y amar a Dios amando a las personas.
¡Que Dios nos ayude a comprender y vivir su amor cada día!
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