“En esto sabremos que somos de la verdad, y nos sentiremos seguros delante de él: que aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo”
1 Jn 3.19-20
Un poco antes, en 3.16, el apóstol introdujo el tema del amor diciendo “en esto conocemos lo que es el amor…” Ahora, para introducir el tema de la verdad, nos dice: “en esto sabremos que somos de la verdad…” Amor y verdad son temas muy relacionados y tratados por Juan de forma paralela y complementaria este capítulo. Amor y verdad son dimensiones que no se pueden separar en la vida cristiana, es parte de ella misma. Por eso, el apóstol no dice que somos los dueños de la verdad, sino que “somos de la verdad”, le pertenecemos a ella. Ella es nuestra poseedora.
El mismo Juan, en su evangelio, registra las palabras de Jesús, cuando él se identifica con la misma verdad: “yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí” (Jn 14.6). Pertenecer a la verdad es pertenecer a Jesús y, por supuesto, eso tiene fuertes implicaciones en la forma como vivimos la vida y la fe, sobre la manera como nos portamos ante Dios, su amor y su verdad.
Pertenecer a la verdad nos compromete con la palabra de Dios, tanto en conocerla como en vivirla cada día. Implica en un largo proceso de transformaciones personales y familiares, adecuándonos paso a paso a los valores del Reino de Dios.
De esa forma estamos seguros delante de Dios y aunque nuestro corazón nos condene, podemos recurrir al perdón y a la gracia de Dios, que es infinitamente más grande que nosotros, y que nos cubre con su amor restaurador. Pertenecer a la verdad nos conduce, por tanto, a la práctica de la confesión y a una vida segura en las manos de Dios. Ante eso creemos que la verdad y el amor aportan calidad y nuevos desafíos a nuestras vidas como cristianos; así siendo, sigamos la vida cristiana en confianza, confesión y fe junto a Jesucristo.
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