“Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús”
1 Jn 4.17
El verso anterior afirma que “Dios es amor” lo que significa que permanecer en el amor de Dios es disfrutar de la permanencia misma de Dios con nosotros y la nuestra en él. Dios es amor es una descripción perfecta del verdadero amor, pero nos preguntamos si de forma concreta ¿cómo ese amor puede ser visto en el mundo hoy?
El verso que tenemos ante nosotros nos ayuda a entender que el Dios que es amor se manifiesta plenamente entre nosotros. Creer en la plena manifestación del Dios-amor en nuestro medio y participar en ella (4.16) es parte fundamental de la fe cristiana y uno de los fundamentos de nuestra espiritualidad y de nuestra misión, puesto que el Dios-amor es el Dios que perdona, redime y transforma.
Además es importante observar que el Dios-amor se manifiesta plenamente entre nosotros y no solamente dentro de uno mismo. No se trata, por tanto, de un Dios individualista, más bien un Dios que manifiesta su amor en el ámbito de las relaciones humanas. De esa forma, podemos ver la manifestación del Dios-amor cuando en nuestra vida se pone en relieve la vida misma de Jesucristo. Vivir el amor entre nosotros y en todas nuestras relaciones familiares y sociales es llenar nuestra vida con la vida de Cristo. Eso nos hace comprometidos con todos los demás, nos lleva a buscar al prójimo, nos conduce por los caminos de la misión de Cristo en este mundo.
Así, podemos seguir nuestra vida por los caminos del amor de Dios y del compromiso con los demás, seguros de que en el juicio final compareceremos confiadamente ante el trono de Dios. Esa expectativa positiva de fe ante el futuro es parte de los efectos producidos por la permanencia del Dios-amor en y entre nosotros. Por eso, nos toca crecer en el amor de Dios y en nuestra relación comprometida con los hermanos.
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