“Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”
1 Jn 5.11-12
Vemos ahora, en la parte final de este párrafo en el que Juan trata del tema del testimonio dado por Dios (5.6-12), que ese testimonio está vinculado directamente con la vida eterna que recibimos de Jesucristo. El testimonio trinitario tiene como objetivo que los seres humanos sean alcanzados por la redención proporcionada por Dios.
Por eso, el apóstol trata del asunto desde dos perspectivas. La primera es la de Dios (5.11). Se testimonia que la vida eterna es obra de Dios, que solo él nos la puede dar y que la vida está únicamente en la persona de Jesucristo. Eso pone a descubierto que la redención depende de Dios, de la obra de sacrificio de Cristo y de la acción santificadora del Espíritu Santo. O sea, está centrada en la Trinidad y por eso es eficaz y eterna.
La segunda perspectiva es la del ser humano (5.12). Se testimonia que el ser humano solo tiene la vida eterna si tiene e sí al Hijo de Dios. Eso destaca la unicidad y la importancia de Cristo para todos los seres humanos en cuanto a su destino eterno y, como consecuencia anticipada, de su vida cotidiana. En otras palabras, la salvación eterna proporcionada por Cristo no solo es una expectativa para después de la muerte, sino que esperamos sus efectos y bendiciones a diario, transformándonos y llevándonos a asumir las responsabilidades decurrentes tener con nosotros al Hijo de Dios y a su vida.
¡Sigamos firmes el camino de la vida!
Nenhum comentário:
Postar um comentário