“Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido”
1 Jn 5.14-15
Llegar a tener todo lo que uno desea puede que sea una de las que todos consideren de lo más importante en sus vidas, principalmente en una época en que el ser humano se ha convertido en una especie de homo consumens en la que el consumo y el poseer cosas son unas de las claves más importantes para se definir a la persona. Ante esa realidad las palabras del apóstol puede que suenen para muchos de nosotros algo distinto de lo que efectivamente significan.
Recibimos de Dios lo que le pedimos cuando le pedimos conforme a su voluntad. Ahí está el secreto de la petición y la base firme de nuestra confianza. Sabemos que Dios oye a todas nuestras oraciones y por eso a diario le pedimos muchas cosas que creemos que las necesitamos. Pero lo más importante cuando le presentamos nuestras peticiones es conocer su voluntad. De esa manera podremos pedirle sintonizados con su voluntad para nosotros y para toda las personas.
Eso significa que la oración supone una revolución en nuestra propia vida y un cambio en nuestras prioridades. Eso hace de la oración un ejercicio espiritual transformador y desafiador, al punto de que muchos puedan pensar si vale la pena una vida de oración o seguir su vida como siempre.
Conocer la voluntad de Dios no es algo que ocurre instantáneamente, sino que por medio de un continuado estudio e meditación en su palabra para que podamos paso a paso asimilar los principios, los valores y las metas del reino de Dios. Por la meditación en las palabras de la Biblia gradualmente pasamos a comprender que es lo que quiere y propone Dios para los seres humanos y, en especial, para nosotros como personas y familias. Así oramos con más seguridad, pedimos con más confianza y podemos interceder también por los demás y no solo por nosotros mismos.
Esta práctica de oración nos revela una de las dimensiones de la bella doctrina de la Reforma, el sacerdocio universal de todos los creyentes. Además crea en nosotros un corazón humilde que acepta la voluntad de Dios, una mente transformada que comprende la voluntad de Dios y un caminar misionero que transmite a los demás la voluntad de Dios.
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