“La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”
St 1.27
Hemos comentado ya que la verdadera religión se contrapone con la experiencia de solamente escuchar la palabra de Dios sin ningún interés concreto en practicar sus enseñanzas y principios de vida. Además, hemos visto que la verdadera espiritualidad se fundamenta en la experiencia de conservar limpio el corazón y a la vez ofrecer apoyo a los que sufren.
Ahora, siguiendo esta misma línea, me gustaría ampliar un poco más este tema. Hoy día muchas personas han dejado de creer en la religión sea por las decepciones que tuvieron con la institución religiosa o sea por que se han convencido de que vivimos una era en que la religión es cosa del pasado.
Ante esa realidad que crece en nuestro país, nos vemos como cristianos desafiados a buscar y vivir una religiosidad sana, que nos permita expresar la fe en Jesucristo de manera renovada. De forma especial necesitamos recuperar en nuestras propias vidas una espiritualidad centrada en el hecho de que todos los creyentes tienen acceso directo a Dios por medio de Cristo (sacerdocio universal de los que creen), que nos lleve al arrepentimiento y a la confesión de nuestros pecados, al compromiso ante Dios de estudiar y meditar en su palabra (la Biblia), a proclamar el mensaje del evangelio de Cristo (evangelización y misión), a la formación de nuevas iglesias y a manifestar la compasión y la misericordia con los que sufren coda clase de sufrimientos humanos (diaconía).
La religión pura y sin mancha delante de Dios es la mejor respuesta que podemos dar a todos los que conviven con nosotros.
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