“¿Está afligido alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará. Por eso, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” - St 5.13-16
Hemos visto inicialmente que el texto nos presenta la necesidad de una comunión comprometida y fraterna entre todos los hermanos. Ahora me gustaría enfatizar que esta comunión fraterna está fundamentada en una espiritualidad solida. Los elementos de la espiritualidad cristiana, mencionados por Santiago, la alabanza, la oración, la confesión y el perdón, son ejemplos de una espiritualidad relacional. En otras palabras, la relación de hermandad entre los cristianos se basa en prácticas de espiritualidad que se definen por la relación que mantenemos con Dios y, en consecuencia, con los hermanos.
En ese sentido, creemos que la vida cristiana es fundamentalmente una vida relacional, puesto que tiene sus raíces en la relación establecida entre Dios y nosotros. Ante eso, no podemos vernos como “cristianos aislados”, sino que como “cristianos en comunidad”, cristianos que nos relacionamos con Dios y con los demás hermanos con los que compartimos la misma fe.
Según Santiago, la alabanza es porque algunos están de buen ánimo; la oración es porque otros están enfermos; la confesión y el perdón es porque hubo alguien que ha pecado contra los demás. O sea, nos muestra Santiago que nuestras prácticas de espiritualidad siempre se relacionan con la edificación de una comunidad comprometida mutuamente. Por eso la oración del justo es poderosa y eficaz, porque nos une y cada vez más solidifica nuestros compromisos y fraternidad.
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