“No os quejéis unos de otros, hermanos, para que no seáis juzgados. ¡El juez ya está a la puerta! - St 5.9
Estamos en una sesión de la carta de Santiago (5.7-12) en la que el autor trata de algunas dimensiones importantes de la paciencia en la vida cristiana. En los versos 7-8 vimos que la venida de Cristo es el fundamento esencial para la paciencia. Ahora, en el verso 9, aunque la palabra “paciencia” no aparece, nos deparamos con una dimensión muy práctica de este tema: la paciencia entre los hermanos.
Santiago nos exhorta a que no nos quejemos unos de otros, puesto que esta práctica está condenada por el Señor y los que se entregan a ella seguramente serán juzgados por el juez que ya está a la puerta. Nos parece una exhortación muy interesante una vez que las quejas entre hermanos ya se convirtieron en algo tan común que ni nos damos cuenta de que somos adictos a ellas.
La forma como Santiago trata la cuestión de las quejas entre los hermanos se relaciona con el juicio que tendrá lugar cuando venga Cristo por segunda vez. La segunda venida de Cristo (v.8) se convierte tanto en el fundamento para los cristianos de una espera paciente por la acción de Dios (v.7-8), como de juicio para los que se entregan a las constantes, amargas y envidiosas quejas de los demás.
Ante eso, la paciencia mutua es una virtud cristiana que la debemos buscar incesantemente. ¿Quejas o paciencia? Esta puede ser una cuestión clave para las relaciones entre los hermanos y para nuestras relaciones con todas las demás personas. La paciencia mutua es el resultado de la gracia de Dios en la vida de todos nosotros y, en consecuencia, genera una comunidad pautada por la comunión verdadera y por el compromiso mutuo. La paciencia con los hermanos crea un ambiente donde la vida, tal como Dios nos la propone en el evangelio, puede manifestarse y fructificar de manera creciente, abriendo puertas para que la sociedad y el mundo vean la gracia salvadora de Cristo concretamente manifestada en la forma como nos relacionamos y nos comprometemos los unos con los otros. La paciencia con los hermanos, por tanto, es evangelizadora. Aprendamos con Cristo, día a día, a crecer en paciencia con los hermanos.
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