“En esto consiste el amar a Dios: en que obedezcamos a sus mandamientos. Y éstos no son difíciles de cumplir, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el hijo de Dios?" 1 Jn 5.3-5
El tema del amor a Dios, y a los hermanos por extensión, se convierte en definitivo en una cuestión de fe y de creencia. El apóstol presenta de forma condensada el contenido del amor a Dios: para él amar a Dios consiste en una acción diaria muy específica que refleja la fe en lo que se cree. Así que amar deja de ser una cuestión limitada a las sensaciones y emociones derivadas de nuestra relación con Dios y se amplia a toda la gama de decisiones y acciones humanas derivadas de la relación con Dios y del conjunto de las creencias (fe) bíblicas.
Amar es obedecer a Dios y cumplir con sus mandamientos. El amor se demuestra con la sinceridad con que buscamos conocer aun más los mandamientos de la palabra de Dios y vivir nuestras vidas en conformidad con ello.
Amar es vencer al mundo y a las tentaciones que nos llegan a diario con la fuerza de la palabra de Dios en nuestras vidas. Creer que Jesús es el hijo de Dios y que además es el Cristo y ha nacido de Dios (5.1) es una fe que se solidifica en nuestra mente, definiendo los nuevos contornos de nuestras vidas y reflejándose a través de obras de amor a Dios e a las demás personas.
¡Creer es amar! Por eso tenemos ante nosotros un largo camino de fe, de compromiso y de amor. ¡Sigamos juntos esta senda!
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