“Aceptamos el testimonio humano, pero el testimonio de Dios vale mucho más, precisamente porque es el testimonio de Dios, que él ha dado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios acepta este testimonio. El que no cree en Dios lo hace pasar por mentiroso, por no haber creído el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
1 Jn 5.9-10
En los versos anteriores vemos que el testimonio dado por Dios acerca de su Hijo se basa en la vida (encarnación y muerte) de Cristo y en la obra del Espíritu Santo. Ahora el apóstol nos muestra que si podemos aceptar un testimonio humano, mucho más el testimonio de Dios acerca de su propio Hijo y de su obra redentora.
El testimonio dado por Dios, o sea la vida de Cristo y la obra del Espíritu, es el testimonio de la Trinidad misma. Eso nos concede la fe y nos lleva a aceptar el testimonio de la obra de Dios en el mundo. Por creer en el Hijo de Dios y aceptar el testimonio dado por Dios nos tornamos parte de su propia obra redentora en la condición de personas alcanzadas por la salvación. Eso significa que la fe la recibimos como parte de la salvación testificada y proporcionada por Dios mismo. ¡Somos los beneficiarios de la salvación!
Pero hay los que todavía no creen en el testimonio dado por Dios acerca de la salvación en su Hijo. Según el apóstol, estos hacen Dios pasar por mentiroso (como si fuera un mentiroso) puesto que en sus vidas no se puede ver las marcas de la salvación ni de la fe. Son personas que todavía necesitan recibir el testimonio de la salvación para poder creer y vivir la fe.
Así siendo, los que creemos y ya hemos recibido la salvación y la fe tenemos la bendita responsabilidad de hacer eco al testimonio de Dios y de repercutir su palabra (1 Ts 1.4-10) de forma que otros puedan comprender la profundidad de la redención proporcionada por Jesucristo. ¡Sigamos, entonces, el camino del testimonio de Dios!
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