“Queridos hijos, apartaos de los ídolos”
1 Jn 5.21
Con estas palabras el apóstol Juan concluye su primera carta. Son palabras que nos hacen pensar sobre todo lo que hemos leído y estudiado a largo de este libro.
Concluye Juan llamando a sus lectores “queridos hijos”, como lo ha hecho innumeras veces, indicando con eso su afecto y amor por todos los hermanos. El tema del amor ha sido central en su enseñanza y nos ayudó a repensar nuestra propia propuesta personal de amor y del amar a los semejantes. “Queridos hijos” viene antes de su última exhortación apostólica haciéndonos recordar que por más dura y exigente que nos parezca se la demanda del reino de Dios, siempre somos queridos como hijos suyos y siempre somos tratados como hijos amados por nuestro Dios.
“Apartaos de los ídolos” es la última exhortación del apóstol. Se preocupa con que cada uno de nosotros lleve una vida pura ante Dios, sin compromisos con cualquiera otra cosa o persona que ocupe el lugar de Dios o que nos aleje de él. Esa es la característica más fuerte de los ídolos: intentan destronar a Dios de nuestra vida y alejarnos de su gracia. Contra eso debemos luchar con todas nuestras fuerzas.
Un ídolo, por tanto, no es solo una imagen física que representa a Dios o a cualquier otra divinidad. Los ídolos, en verdad, los podemos encontrar dentro de nosotros mismo y con frecuencia es eso lo que pasa. Para unos el dinero se convierte en un dios, para otros su dios puede ser la familia o la estética o su trabajo o sus realizaciones personales. Sean lo que sean los ídolos representan un confronto entre la fe y el asedio del pecado.
Por eso la exhortación del apóstol: “apartaos de los ídolos”. Creo que con estas palabras, Juan termina su carta y sus enseñanzas llevándonos a que pensemos seria y profundamente acerca de nuestros compromisos con el Dios Verdadero. Es entonces momento para que en actitud de confesión consagremos una vez más nuestras vidas a Dios. ¡Hagámoslo cada día de nuestras vidas!
Um comentário:
Que o Deus de todo amor, nos ensine a derrubar tudo aquilo que nos impede de se chegar a Ele com toda intensidade e devoção devida.
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