“Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo: Saludos”
Tg 1.1
Tras haberse presentado como siervo de Dios y de Cristo, Santiago dirige su carta “a las doce tribus que se hallan dispersa por el mundo”. Cuando vemos que escribe a las doce tribus pensamos de inmediato que se refiere a las doce tribus del pueblo de Israel, pero en verdad utiliza esa expresión para referirse a la totalidad de los cristianos que están en la diáspora, o sea que están dispersos por todo el mundo. Sabemos que se dirige a cristianos, puesto que luego a seguir (1.2) llama a estas personas de “hermanos míos”.
Es interesante notar que Santiago no escribe a los miembros de su iglesia en Jerusalén, sino que a los cristianos que viven en los más diversos rincones del mundo conocido entonces. Claro está que lo que escribe a los que están esparcidos por el mundo es lo que constantemente enseña a la iglesia que pastorea en Jerusalén. Eso significa que su preocupación empieza con sus feligreses y va más allá llegando a todos los cristianos, incluso a nosotros hoy. Esto destaca su visión y preocupación misionera con todo el pueblo de Dios.
Por otro lado, también destaca la importancia que Santiago le daba a la inmigración de los cristianos como una forma para que el evangelio se esparciera por otras partes del mundo y así llegara a más personas. Para él, como también para Pedro (1.1), el movimiento de inmigración debe ser visto desde un punto de vista misionero. Por eso procura instruir adecuadamente a los hermanos que habían inmigrado a otras partes del mundo para que su testimonio de vida y de palabra pudiera ser fiel y eficaz.
De esa forma, es muy importante que veamos, de igual manera que Santiago, la inmigración de cristianos como una oportunidad dada por Dios para la expansión de su evangelio y para la bendición de muchas personas alrededor del mundo.
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