“Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace”
St 1.6-8
Pedirle a Dios su sabiduría para comprender el objetivo de las probaciones de acuerdo a su voluntad (1.5) es parte fundamental de la fe cristiana. Pero, según nos enseña Santiago, esta petición debe de ser acompañada por la verdadera fe. En este sentido, la fe no puede ser confundida con “pensamiento positivo” ni con una “afirmación verbal positiva” cargada de una espera ansiosa. Al contrario de eso, la fe es una profunda convicción interior fruto de la obra redentora de Dios en nuestras vidas. La fe es la prueba clara que recibimos de Dios que nos confirma que su obra se completará en nuestras vidas (Hb 11.1). Caminar con fe nos lleva a tomar decisiones y asumir compromisos que reflejan la voluntad y la misión de Dios en este mundo conforme la sabiduría de su palabra.
Santiago contrasta la fe con la duda y la hesitación. El que duda (o sea, el que no tiene fe) es comparado a las olas del mar agitadas por el viento. No hay una constancia, madurez e integridad (1.3-4) en su vida. Su vida está dividida entre su fidelidad (fe) a Dios e su fidelidad (fe) a su propia naturaleza humana. En este caso toda su vida, todos sus caminos estarán comprometidos con la ausencia de la fe y con su pecado.
Pedirle a Dios que nos dé sabiduría para vivir los momentos de pruebas que nos llegan a menudo según su voluntad es una actitud de fe que debe marcar a diario nuestras vidas e influir en nuestras decisiones y en nuestro caminar como pueblo de Dios en el mundo. ¡Vivamos y busquemos con plenitud la fe y la sabiduría de Dios!
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