“Sin embargo, alguien dirá: ‘Tú tienes fe, y yo tengo obras.’ Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan.”
St 2.18-19
Seguimos a Santiago en su discurso cuanto a la relación entre la fe y las obras. Ya hemos visto (2.14-17) que la fe (justicia) y las obras (misericordia) juntas forman una sola experiencia de vida cristiana, le da sentido y, además, testimonian la propia salvación que recibimos de Cristo. Ahora, el autor nos ayuda a entender que no podemos pensar que la fe sea simplemente el hecho de que aceptamos determinados enunciados teológicos. Todo por el contrario: la verdadera fe se expresa por claras actitudes de misericordia (obras) en relación a los demás.
Santiago nos presenta un reto: ¿existe una verdadera fe sin obras? ¡Está claro que no! Según él, la fe solo se puede expresar por medio de actitudes concretas de misericordia hacia a los demás. Lo que creemos acerca de Dios, del evangelio y de la salvación solo será visible y concreto a los demás cuando lo vean por medio de la forma como vivimos. Eso tiene una profunda implicación para la misión de la iglesia: sin la integración de lo que uno cree (fe) con lo que uno vive (obras), el mundo no encontrará sentido en lo que decimos. A esta integración de la fe con las obras la podemos considerar como el núcleo de la evangelización.
El ejemplo que nos da Santiago puede que nos parezca un poco radical, pero según él no hay un valor intrínseco en el hecho de “creer” si esta fe viene descomprometida con la manera como la expresamos en la forma como vivimos y nos relacionamos. Creer que hay un solo Dios es una creencia correcta y es bueno que tengamos convicciones correctas acerca de Dios, pero hasta los demonios también creen en un solo Dios, tiemblan de temor ante él sin que eso cambie sus vidas…
La verdadera fe es, a la vez, creer correctamente en los principios y conceptos de la Biblia y vivir a diario una vida transformada por estos principios y conceptos en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con las demás personas. Así, encontramos el equilibrio entre lo que uno cree (fe) y lo que uno vive (obras).
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